El 10 de junio se cumple un aniversario más del fallecimiento de Ray Charles, uno de los músicos más influyentes del siglo XX. Y aunque su cuerpo nos dejó en 2004, su legado sigue tocando el alma de millones. Su historia no es solo una historia de música; es una historia de resistencia, transformación y talento sin límites.
Ray Charles Robinson nació en 1930 en Albany, Georgia, en un mundo marcado por la segregación racial y la pobreza. A los siete años, perdió por completo la vista debido a un glaucoma no tratado. Pero lo que podría haber sido una sentencia de oscuridad, se convirtió en una puerta a otro tipo de visión: la del alma, la del oído fino y la emoción pura que supo traducir en música.
Desde muy joven, Ray mostró una conexión profunda con los sonidos que lo rodeaban. Estudió en una escuela para niños ciegos donde aprendió a leer y escribir música en Braille, y allí también comenzó su amor por el piano. En la década de los 50, su carrera despegó, y para los 60 ya era una figura consolidada en el mundo del soul, el rhythm and blues y el gospel. Pero Ray no se detuvo ahí: fusionó géneros como ningún otro, rompiendo moldes y barreras con una voz rasposa, apasionada y completamente única.
Entre sus más grandes éxitos se encuentran himnos como “Hit the Road Jack”, “Georgia on My Mind”, “I Got a Woman”, y “What’d I Say”, piezas que no solo marcaron a generaciones, sino que ayudaron a construir los cimientos de la música popular contemporánea. Su estilo, una mezcla perfecta de lo espiritual con lo terrenal, lo posicionó como uno de los padres fundadores del soul.
Pero su camino no fue fácil. Además de su ceguera, Ray enfrentó grandes retos personales, como su lucha contra la adicción a la heroína, que lo llevó incluso a ser arrestado. Sin embargo, logró rehabilitarse y continuar su carrera con aún más fuerza, demostrando que la grandeza no reside en la ausencia de errores, sino en la capacidad de superarlos.
Ray Charles fue mucho más que un músico exitoso: fue un símbolo de autodeterminación, autenticidad y talento sin fronteras. Inspiró a artistas como Stevie Wonder, Aretha Franklin, Billy Joel y hasta Kanye West. Fue uno de los primeros músicos afroamericanos en tener control total sobre su carrera artística y contractual, lo cual abrió el camino a futuras generaciones.
Murió el 10 de junio de 2004 a los 73 años, a causa de una enfermedad hepática, en su hogar en Beverly Hills. El mundo perdió a un genio, pero ganó una leyenda eterna.
Hoy, lo recordamos no solo por lo que hizo, sino por lo que representa: un hombre que, en medio de la oscuridad, encontró su luz en la música y decidió compartirla con el mundo entero.