Con la llegada de la temporada de lluvias, es fundamental que la sociedad civil adopte medidas preventivas para reducir los riesgos de accidentes, daños materiales e incluso pérdidas humanas. Las precipitaciones intensas no solo afectan la movilidad urbana, sino que también pueden generar inundaciones, deslaves y colapsos estructurales, especialmente en zonas vulnerables. Ante este panorama, la cultura de la prevención debe ser asumida como una responsabilidad compartida entre ciudadanía y autoridades.
Una de las primeras recomendaciones es mantenerse informado a través de fuentes oficiales como los servicios meteorológicos nacionales y las unidades de protección civil. El monitoreo constante del clima permite tomar decisiones oportunas, como evitar traslados innecesarios durante tormentas o asegurar objetos que puedan ser arrastrados por el viento o el agua. Es igualmente importante contar con un plan familiar de emergencia, que contemple rutas de evacuación y un punto de reunión seguro.
En términos de infraestructura doméstica, se sugiere revisar y limpiar techos, canaletas y desagües, a fin de garantizar un adecuado drenaje del agua. En zonas donde el drenaje es deficiente o inexistente, la acumulación de agua puede ocasionar severos daños estructurales. Además, debe evitarse arrojar basura en las calles y cuerpos de agua, ya que esto agrava las inundaciones al obstruir el flujo natural del agua.
Finalmente, es indispensable que la ciudadanía colabore activamente con las autoridades, reportando cualquier situación de riesgo y atendiendo las indicaciones oficiales. La prevención en temporada de lluvias no es solo una cuestión técnica, sino un ejercicio de corresponsabilidad social que refleja el grado de madurez cívica de una comunidad. Estar preparados no elimina los riesgos, pero sí puede marcar la diferencia entre una contingencia controlada y una tragedia evitable.