Anoche llovió en Tuxtla. Llovió con esa intensidad súbita que solo las lluvias chiapanecas conocen, con truenos que apagan las luces en media ciudad y con una humedad que abraza los techos. Hoy por la mañana, caminando por la calle vi un letrero en una camioneta ofreciendo bolsas con Nucú, cosa que para los chiapanecos es una costumbre que se repita cuando hay tierra mojada. Esta es una hormiga cortadora de hojas; en otros lados se conoce con otros nombres, como: Cocosh, Chicatana, Quiss, Shanish, Nacasmá, Nokú, Tzim-tzim, Zompopo. Característica por ser gorda, rojiza y alada que, apenas siente el agua refrescar la tierra, decide emerger para volar unos cuantos centímetros antes de ser atrapada (por el viento, por una bolsa o por una mano experta).
El nucú es, para muchos, una delicia. Frito con sal y ajo, envuelto en tortilla caliente o simplemente a puñito limpio, es uno de esos placeres culposos que se aprenden desde la infancia. En muchas familias chiapanecas, salir a cazar nucú bajo la lluvia es más que una práctica gastronómica: es un ritual comunitario, una herencia de tiempos antiguos que une generaciones. Sin embargo, para otros, el nucú no es más que una plaga que invade patios y ventanas después de cada tormenta.
sin embargo, cada año se encarece más y es más notorio que cada vez hay menos nucús. Las personas lo comentan: “ya no salen como antes”, “ahora hay que ir hasta Suchiapa o por el rumbo de Berriozábal para ver si uno encuentra”. Y sí, el precio ha subido. Un vaso que antes costaba 10 o 15 pesos, ahora puede llegar hasta los 50-70 pesos. ¿Qué está pasando?
Podríamos asimilar que la escasez se puede deber a la sobreexplotación: cada año se cazan más y más sin dejar suficiente para que el ciclo se repita. Pero también podríamos mirar hacia el cielo, hacia ese clima cada vez más errático que altera los tiempos de lluvia, que confunde a los insectos y a nosotros también. Hay estudios que advierten cómo los cambios en temperatura y humedad pueden afectar directamente los ciclos de reproducción de las hormigas voladoras. Si a eso le sumamos el crecimiento urbano desmedido, la pérdida de áreas verdes y el uso indiscriminado de pesticidas en zonas agrícolas cercanas, el panorama no pinta bien para el nucú.
Este pequeño insecto, que para algunos foráneos puede parecer insignificante, carga en su vuelo breve una serie de preguntas que valdría la pena hacernos. ¿Qué estamos haciendo con nuestros recursos locales? ¿Hasta qué punto romantizamos una tradición sin detenernos a pensar en su sostenibilidad? ¿Es posible que un insecto tan arraigado a nuestra identidad se convierta, en unos años, en un recuerdo más que en una presencia?
El nucú nos recuerda que no todo lo que parece eterno realmente lo es. Nos enseña que las costumbres también son frágiles, que dependen de un equilibrio ecológico tan delicado como la membrana de sus alas. Que un manjar también puede ser una advertencia. Que lo que hoy comemos con gusto, mañana podría ser solo historia.
Así que la próxima vez que escuches “ya salió el nucú”, detente un momento. Cómete uno, si quieres. Disfrútalo. Pero también pregúntate: ¿qué tanto estamos cuidando lo que hace de Chiapas, Chiapas?