El 11 de febrero se conmemora el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, una fecha establecida por la ONU en 2015 con el propósito de reconocer el papel fundamental de las mujeres en el ámbito científico y tecnológico. Esta efeméride no solo busca visibilizar sus aportes, sino también reflexionar sobre las barreras que han enfrentado y continúan enfrentando en un campo históricamente dominado por los hombres.
A lo largo de la historia, las mujeres han tenido que luchar para acceder al conocimiento y al reconocimiento en la ciencia. Durante siglos, su participación fue dejada a un segundo plano, y muchas de ellas trabajaron a la sombra de sus colegas masculinos. Un claro ejemplo es el de Rosalind Franklin, quien contribuyó de manera decisiva al descubrimiento de la estructura del ADN, pero cuyo trabajo fue invisibilizado en favor de Watson y Crick. O el caso de Marie Curie, quien, a pesar de haber sido la primera persona en recibir dos premios Nobel en distintas disciplinas, enfrentó discriminación por su género.
Pero la desigualdad no es solo cosa del pasado. Aún hoy, la brecha de género en la ciencia es evidente. Según datos de la UNESCO, solo el 33% de los investigadores en el mundo son mujeres, y su representación en áreas como ingeniería, matemáticas y tecnología sigue siendo baja. En América Latina, por ejemplo, las mujeres apenas ocupan el 35% de los puestos en investigación, mientras que en sectores como la inteligencia artificial, su presencia se reduce a menos del 22%.
Estereotipos, brecha salarial y maternidad: los desafíos actuales
Uno de los principales factores que limitan el acceso de las mujeres a la ciencia es la persistencia de estereotipos de género. Desde temprana edad, muchas niñas crecen con la idea de que las matemáticas, la física o la tecnología no son “para ellas”. Este sesgo se refuerza en la educación, donde la falta de referentes femeninos en los libros de texto y la escasez de maestras en ciencias contribuyen a perpetuar la idea de que estos campos pertenecen a los hombres.
A nivel profesional, las barreras continúan. Existe una brecha salarial significativa entre hombres y mujeres en la ciencia, incluso cuando ocupan los mismos puestos y tienen las mismas credenciales. Según estudios, las científicas pueden ganar entre un 15% y un 30% menos que sus colegas masculinos.
A pesar de estos desafíos, cada vez más mujeres están desafiando el statu quo y dejando su huella en la ciencia. Iniciativas como “Niñas en la Ciencia” de la ONU, el programa “Mujeres en STEM” de diversas universidades y las becas específicas para investigadoras buscan cerrar la brecha de género y fomentar la participación femenina en estos campos.
El camino hacia la equidad en la ciencia aún es largo, pero es una tarea colectiva. Es necesario cambiar la forma en que educamos a las nuevas generaciones, eliminar los prejuicios en la academia y garantizar políticas justas que permitan que las mujeres desarrollen todo su potencial sin limitaciones.
El 11 de febrero no es solo un día para celebrar los logros de las científicas, sino también una oportunidad para recordar que el conocimiento no tiene género y que solo con equidad podremos construir un futuro más justo e innovador para todos.