El Inegi informó que en 2024 el ingreso monetario promedio mensual de los hombres fue de 12,016 pesos, mientras que el de las mujeres fue de 7,905 pesos, una diferencia de 4,111 pesos mensuales que equivale a una brecha salarial del 34 %. Aunque se trata de una tasa ligeramente menor que la correspondiente a 2022, constituye una mejora marginal y aún mantiene a las mujeres ganando solo 66 centavos por cada peso percibido por los hombres.
Este escenario refleja, en primer lugar, que pese al crecimiento real de los ingresos entre 2016 y 2024 —32.1 % para las mujeres versus 15.9 % para los hombres— el avance sigue siendo insuficiente para reducir de forma significativa la brecha estructural. En ese sentido, aunque las mujeres han visto un incremento más acelerado en sus remuneraciones, partían de una base mucho más baja, lo cual limita el impacto real en su poder adquisitivo y autonomía económica.
Las desigualdades no son uniformes sino que se agravan en función del número de hijos y del nivel educativo. Por ejemplo, las mujeres con un hijo tienen el ingreso promedio trimestral más alto (aproximadamente 28,027 pesos), mientras que aquellas con cuatro o más hijos apenas alcanzan 17,236 pesos, casi la mitad que las madres con un hijo. En contraste, los hombres con dos hijos llegan a promediar 45,908 pesos trimestrales —más del doble que muchas mujeres en condiciones similares. Esto evidencia una penalización económica directa por maternidad, especialmente en familias numerosas.
La persistencia de esta brecha también tiene raíces estructurales ligadas al trabajo no remunerado y la informalidad. Las mujeres destinan más tiempo al cuidado doméstico y familiar sin compensación económica, reduciendo sus posibilidades de acceso a empleos formales y mejor remunerados. Además, la incorporación laboral femenina en México sigue siendo baja —por debajo del promedio de la OCDE— y muchas trabajan en sectores con menor valoración salarial, como el comercio al menudeo o servicios no gubernamentales.
En resumen, la brecha salarial de género en México sigue estancada alrededor del 34 %, con un avance mínimo entre 2022 y 2024. Esta desigualdad se explica por factores como la maternidad, menor acceso a educación superior remunerada, la carga de trabajo no remunerado y una participación laboral limitada en sectores formales y con movilidad. Si bien hay avances, la falta de políticas públicas más robustas y mecanismos de equidad salarial mantiene esta brecha como un obstáculo significativo hacia la igualdad económica y social.