La Ruta Wixárika se trata de un recorrido ceremonial que atraviesa cinco estados de México —Nayarit, Jalisco, Durango, Zacatecas y San Luis Potosí— conectando 20 sitios sagrados que forman parte central de la cosmovisión del pueblo wixárika. Esta ruta, también conocida como Tatehuarí Huajuyé, es utilizada desde hace siglos por comunidades indígenas que realizan peregrinaciones espirituales hasta Wirikuta, lugar donde “nació el sol”, según su tradición.
Cada año, familias wixaritari y maraka’ames (guías espirituales) caminan más de 500 kilómetros para llegar a Wirikuta y recolectar el hikuri (peyote), planta sagrada que consideran fuente de sabiduría y sanación. Durante el trayecto, realizan rituales que conectan con sus ancestros y mantienen vivas enseñanzas sobre el cuidado del entorno, la espiritualidad y la vida comunitaria. La práctica sigue vigente y es fundamental para preservar su identidad cultural.
La declaración de la UNESCO reconoce a esta ruta como un “paisaje cultural de valor universal excepcional”, destacando su importancia como una tradición viva. Esto no solo representa un honor simbólico, sino que compromete al Estado mexicano a proteger la ruta, garantizar el libre tránsito para los pueblos indígenas y evitar proyectos extractivos o turísticos que amenacen el equilibrio del territorio.
Las comunidades wixaritari han celebrado el reconocimiento como un logro colectivo tras más de 20 años de lucha para que se respete su derecho al territorio, la espiritualidad y la autonomía. Organizaciones como el Consejo Regional Wixárika para la Defensa de Wirikuta y Conservación Humana A.C. fueron clave en este proceso. Para ellos, el nombramiento es una herramienta para defender su herencia viva frente a amenazas como la minería o el turismo mal regulado.
Por su parte, la presidenta Claudia Sheinbaum celebró el nombramiento durante su conferencia del 15 de julio, calificándolo como “un hecho histórico para los pueblos originarios de México”. Afirmó que este reconocimiento honra una tradición indígena aún viva, y no simplemente un vestigio arqueológico, y lo consideró un resultado de la voluntad política por dar voz y derechos a los pueblos originarios.
En definitiva, la inscripción de la Ruta Wixárika como Patrimonio Mundial representa una victoria para la diversidad cultural de México. Más que un camino físico, es una red espiritual, ambiental y cultural que ahora recibe protección internacional. Su reconocimiento no solo preserva una tradición ancestral, sino que también invita al mundo a valorar y respetar los saberes de los pueblos indígenas que aún caminan por sus propios senderos sagrados.