En el municipio de San Fernando, Chiapas, la tradición de la Candelaria se vive con una intensidad única, una celebración que trasciende lo religioso para convertirse en una fiesta comunitaria llena de color, música y fervor popular. La festividad, en honor a la Virgen de la Candelaria, se desarrolla con una serie de actos que se extienden a lo largo de varios días, culminando en una procesión llena de simbolismo y emoción.
La celebración comienza con la preparación de las ofrendas, un proceso que involucra a toda la comunidad. Familias enteras se dedican a la elaboración de platillos tradicionales, desde los tamales y atoles hasta los dulces típicos de la región, que luego serán compartidos durante la fiesta. La preparación de las ofrendas es un acto de fe y de agradecimiento a la Virgen, una forma de expresar la devoción y el respeto hacia la patrona del pueblo.
El día central de la fiesta se caracteriza por la procesión de la Virgen de la Candelaria. La imagen, adornada con flores y acompañada por cientos de fieles, recorre las calles del pueblo en medio de una atmósfera de alegría y devoción. La procesión es un espectáculo visual impresionante, con música de banda, cohetes y la participación activa de la comunidad, que se une en oración y canto durante el recorrido.
Una parte importante de la celebración es la quema de “toritos”, figuras de papel maché que representan al diablo, simbolizando la lucha entre el bien y el mal. Esta tradición, llena de simbolismo, representa la victoria de la fe y la luz sobre la oscuridad, un elemento fundamental de la festividad. La quema de los toritos es un momento de gran expectación y alegría, acompañado de música y baile.
La Fiesta de la Candelaria en San Fernando, Chiapas, es mucho más que una simple celebración religiosa; es una expresión profunda de la identidad cultural de la comunidad. Es una tradición que se transmite de generación en generación, manteniendo vivas las costumbres y la fe de un pueblo que encuentra en la Virgen de la Candelaria una fuente de esperanza y unidad. La fiesta es un ejemplo vivo de cómo la tradición religiosa puede fortalecer los lazos comunitarios y enriquecer la vida cultural de una región.