En el corazón de La Ilíada se encuentra una de las relaciones más potentes y emocionalmente complejas de la literatura antigua: la de Aquiles, el guerrero más temido del ejército griego, y Patroclo, su más cercano compañero. Aunque Homero no define con claridad la naturaleza exacta de su vínculo, los gestos, acciones y reacciones de Aquiles reflejan un favoritismo y una devoción que van más allá de la amistad convencional.
Desde su infancia, Aquiles y Patroclo compartieron educación, entrenamiento y experiencias. Ambos fueron criados juntos en Ftía bajo la tutela del centauro Quirón, y esa crianza compartida los convirtió no solo en aliados, sino en almas profundamente unidas. En el campo de batalla, Patroclo se convirtió en el confidente de Aquiles, su cable a tierra en medio de su ira, orgullo y destino.
El punto crucial que demuestra el favoritismo de Aquiles ocurre cuando Patroclo, desesperado por la falta de acción de Aquiles, le suplica que le permita usar su armadura para luchar contra los troyanos. Aquiles, aunque reacio, accede, confiando plenamente en él y permitiendo lo que nadie más podría haberle pedido. Este gesto muestra un nivel de confianza absoluta, así como una disposición a compartir incluso su propia identidad simbólica con Patroclo.
La muerte de Patroclo, a manos de Héctor, provoca una de las escenas más intensas de La Ilíada. Aquiles, devastado por el dolor, entra en una furia incontenible que lo lleva a abandonar su orgullo, regresar al combate y buscar venganza. “¡Patroclo, mi corazón, más querido para mí que todos los demás!” exclama, revelando un amor que trasciende cualquier explicación racional. El duelo que Aquiles libra no es por gloria ni deber, sino por la pérdida del ser más amado en su vida.
Este favoritismo también se refleja en la forma en que Aquiles honra a Patroclo después de su muerte. Organiza juegos funerarios en su nombre, le ofrece sacrificios e incluso desafía a los dioses para recuperar su cuerpo. Más allá de cualquier código heroico, lo que motiva a Aquiles es la necesidad de rendir homenaje a quien ocupaba su corazón. A lo largo de la historia, filósofos y escritores han debatido sobre si su relación era romántica, platónica o ambas. Platón, en El Banquete, sugiere que Aquiles fue el amante de Patroclo y que su amor era correspondido. Escritores modernos, como Madeline Miller en su novela La canción de Aquiles, reinterpretan su relación como una historia de amor trágico que desafía las convenciones del tiempo.
En cualquier interpretación, lo cierto es que el favoritismo de Aquiles hacia Patroclo fue tan profundo que marcó el curso de la guerra de Troya y dejó una huella imborrable en la literatura occidental. Más que una historia de guerra, es una elegía sobre la pérdida, el amor y la conexión inquebrantable entre dos seres humanos.