Oaxaca es tierra de leyendas, y entre sus relatos más conmovedores está el de la princesa Donají, cuyo nombre en zapoteco significa “Alma grande”. Hija del rey Cosijoeza, señor de Zaachila, Donají nació en tiempos de conflictos entre zapotecas y mixtecos, cuando las tierras oaxaqueñas eran escenario de guerras constantes por el dominio territorial y cultural. Sin embargo, su historia no es la de una guerrera, sino la de un alma noble que sacrificó su vida por la paz de su pueblo.
Cuenta la leyenda que Donají, al ver el sufrimiento que la guerra causaba en su gente, decidió ofrecerse como prenda de paz. En un acto de valentía, fue entregada como rehén a los mixtecos para asegurar la tregua. Sin embargo, la enemistad y el resentimiento entre los bandos eran tan profundos que, tras la muerte del rey zapoteca, los mixtecos decidieron ejecutar a Donají. Fue decapitada y enterrada en un lugar desconocido, pero la naturaleza, en un gesto de veneración, hizo que de su tumba naciera una majestuosa flor de lirio, señalando el sitio de su descanso eterno.
Aunque la veracidad histórica de Donají se mezcla con la tradición oral, su figura ha trascendido como símbolo de la identidad zapoteca y de la grandeza espiritual de las culturas originarias de Oaxaca. Su leyenda es un reflejo de la visión indígena sobre el sacrificio, la conexión con la naturaleza y la eterna lucha por la paz.
Hoy, Donají sigue viva en las tradiciones oaxaqueñas. Cada año, durante las celebraciones de la Guelaguetza, se presenta la escenificación de “Donají… La Leyenda”, un espectáculo dancístico y teatral que revive su historia con música, luces y trajes típicos, siendo uno de los eventos más emotivos de las fiestas. Además, su imagen adornando un lirio es emblema cultural de la ciudad de Oaxaca, recordando a propios y extraños la esencia de un alma que prefirió la armonía de su pueblo antes que su propia vida.
Más allá de ser una leyenda romántica, la historia de Donají es un reflejo del carácter resiliente de Oaxaca y de la manera en que sus pueblos han sabido transformar el dolor en memoria, y la memoria en orgullo.