El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es una condición neurobiológica del desarrollo que se manifiesta por síntomas persistentes de inatención, impulsividad y/o hiperactividad. Puede presentarse en diversos grados y en distintas combinaciones, lo que hace que cada caso sea único. Aunque se suele diagnosticar en la infancia, también puede persistir en la edad adulta, afectando ámbitos como el trabajo, las relaciones personales o la autoestima.
Lejos de ser simplemente “niños inquietos” o “adultos distraídos”, las personas con TDAH viven con un funcionamiento cerebral distinto, que influye en la regulación de la atención, las emociones y el control de impulsos. El trastorno no está vinculado a una falta de inteligencia, sino a diferencias en cómo el cerebro procesa la información y responde al entorno.
El 13 de julio fue establecido como el Día Internacional del TDAH por diversas asociaciones y movimientos internacionales que buscaban visibilizar este trastorno desde un enfoque integral. La fecha tiene como objetivo generar conciencia pública, promover diagnósticos tempranos, garantizar un acceso igualitario a tratamientos y combatir la estigmatización. Durante esta jornada, profesionales de la salud mental, instituciones educativas, padres, pacientes y organizaciones sociales se unen en campañas informativas, foros, conferencias, actividades escolares y contenido en redes sociales para abrir espacios de diálogo y apoyo.
Estos prejuicios no solo desinforman, sino que retrasan diagnósticos, generan culpabilidad en padres y pacientes, y dificultan el acceso a intervenciones adecuadas. El TDAH puede afectar múltiples áreas de la vida. En la infancia, puede traducirse en bajo rendimiento escolar, dificultades para hacer amigos o problemas de conducta. En la adultez, puede impactar en la gestión del tiempo, la organización personal, las relaciones laborales y familiares, e incluso en la salud mental, al asociarse con ansiedad, depresión o baja autoestima.
Sin embargo, con un diagnóstico adecuado, tratamiento personalizado y apoyo constante, las personas con TDAH pueden desarrollarse plenamente. Muchas figuras públicas, artistas, emprendedores y científicos reconocen haber sido diagnosticados con este trastorno y lo ven como parte integral de su identidad y creatividad. Uno de los grandes retos sigue siendo el subdiagnóstico o el sobrediagnóstico. El TDAH requiere una evaluación multidisciplinaria seria que contemple historia clínica, observaciones conductuales y contextos familiares o escolares. El tratamiento puede incluir terapia psicológica, intervenciones psicoeducativas, cambios en el entorno y, en algunos casos, medicación.
También es crucial el papel de la familia, la escuela y la comunidad, que deben funcionar como redes de apoyo y no de castigo o incomprensión. El Día Internacional del TDAH es también una oportunidad para reflexionar sobre cómo construimos una sociedad neurodiversa, que entienda que no todas las mentes funcionan igual y que esa diferencia no debe ser marginada, sino comprendida y valorada.
En lugar de intentar que las personas con TDAH “encajen” en moldes rígidos, es hora de adaptar espacios, métodos educativos y entornos laborales para aprovechar sus talentos, creatividad, energía e intuición. Conmemorar el Día Internacional del TDAH no es solo hablar de un diagnóstico, sino ponerle rostro humano a una condición que sigue siendo invisibilizada o malinterpretada. Es tender puentes entre la ciencia, la educación, la empatía y la justicia social. Es reconocer que detrás de cada diagnóstico hay una historia, una lucha, una persona.
Hoy más que nunca, entender el TDAH es abrir la puerta a una convivencia más justa, informada y compasiva. Porque la atención no siempre se trata de mirar más, sino de mirar mejor.