La amistad, especialmente entre la gente joven, tiene un poder muy especial. Puede traspasar las barreras del idioma, la religión y la historia que, de otro modo, podrían dividirnos. Nos invita a escuchar antes de juzgar, a quedarnos cuando es más fácil marcharse. Cuando se cultiva entre culturas y comunidades, la amistad se convierte en algo más que un vínculo, se convierte en un modelo para la reconciliación. Nos enseña que la comprensión no es un gran logro, sino un hábito, una práctica, una forma de moverse por el mundo que dice “tu bienestar también me importa”.
Este año, mientras el mundo se enfrenta a profundas fracturas entre naciones, en el seno de las sociedades e incluso en ámbito familiar, el llamamiento a la amistad no es solo cuestión sentimental. Es esencial. Se trata de superar lo que nos separa y atrevernos a creer en algo mejor. Es un llamamiento a imaginar un futuro en el que la diferencia no signifique distancia, en el que la confianza sea más fuerte que el miedo. A través de la amistad, no solo afrontamos el mundo tal y como es, sino que empezamos a dar forma al mundo tal y como podría ser.
La Asamblea General designó en 2011 el Día Internacional de la Amistad con la idea de que la amistad entre los pueblos, los países, las culturas y las personas puede inspirar iniciativas de paz y presenta una oportunidad de tender puentes entre las comunidades.
Para conmemorar el Día Internacional de la Amistad, la ONU alienta a los gobiernos, las organizaciones internacionales y los grupos de la sociedad civil a celebrar eventos, actividades e iniciativas que contribuyan a los esfuerzos de la comunidad internacional para promover un diálogo entre civilizaciones, solidaridad, comprensión mutua y reconciliación.