El Banco de México (Banxico) sorprendió a los mercados al anunciar una disminución de 50 puntos base en el objetivo para la Tasa de Interés Interbancaria a un día, colocándola en un nivel de 8.00%. Esta decisión, que representa el segundo recorte en lo que va del año, busca ajustar la política monetaria frente a un contexto internacional más incierto, caracterizado por la moderación de la inflación, una apreciación del peso frente al dólar y señales de enfriamiento económico global.
El recorte no es menor: implica un cambio de rumbo en la estrategia del banco central, que durante los últimos años había mantenido una postura más restrictiva como respuesta al fenómeno inflacionario postpandemia. ¿Por qué ahora? Banxico argumenta que la decisión está sustentada en una evaluación integral del entorno económico, en el que se observan varios factores de riesgo que justifican una política monetaria menos contractiva.
Entre ellos destaca la intensificación de las tensiones comerciales entre bloques económicos, especialmente entre China y Estados Unidos, que ha generado un ambiente de . Además, diversos organismos internacionales han ajustado a la baja sus previsiones de crecimiento para 2025 y 2026, lo que sugiere una desaceleración económica a nivel mundial respecto de 2024. En otras palabras: se avecinan tiempos menos dinámicos.
En el plano nacional, los mercados financieros han mostrado una menor volatilidad en las últimas semanas. El peso mexicano ha ganado terreno frente al dólar, beneficiado por flujos de capital hacia economías emergentes ante un dólar debilitado y expectativas de menor endurecimiento monetario por parte de la Reserva Federal de EE. UU. Este fortalecimiento de la moneda local también ayuda a contener la presión inflacionaria, abriendo margen para decisiones como la de Banxico.
Sin embargo, la decisión también puede leerse como una medida preventiva ante el riesgo de una recesión. Si bien el banco no lo señala abiertamente, el recorte de tasas puede interpretarse como un intento de estimular la inversión y el consumo, suavizando la caída de la actividad económica que se anticipa para los próximos trimestres. Aunque la inflación ha mostrado señales de moderación, el dilema entre estabilidad de precios y crecimiento económico se vuelve cada vez más complejo.
En este escenario, Banxico camina por una cuerda floja: debe ser lo suficientemente prudente para no perder el control inflacionario, pero también lo bastante flexible para no agravar una posible contracción económica. El recorte de tasas es, entonces, una señal de adaptación ante una realidad cambiante, donde los bancos centrales del mundo están reevaluando sus estrategias a medida que se disipan los efectos de los estímulos pandémicos y emergen nuevos retos.
A medida que avance el año, será fundamental observar la evolución del consumo interno, la inversión pública y privada, así como los movimientos en los mercados internacionales. En tiempos de desaceleración, las decisiones monetarias deben ser tomadas con sensibilidad, pero también con visión. La historia reciente nos ha enseñado que un buen diagnóstico económico no basta: se necesita también acción oportuna y equilibrada.
La tasa de 8% no es solo un número; es un mensaje. Un mensaje de cautela, de reacomodo, pero también de alerta ante un panorama económico mundial que aún tiene muchas piezas por acomodarse.