Banksy surgió a finales de los años noventa en la escena underground de Bristol, Inglaterra, y desde entonces ha mantenido un perfil bajo mientras su fama ha explotado a nivel internacional. Aunque su rostro y nombre real nunca han sido confirmados oficialmente, su obra es inmediatamente reconocible: imágenes en stencil (plantilla), mensajes directos y un enfoque profundamente político.
Sus intervenciones urbanas abordan temas tan diversos como la guerra, la desigualdad, la migración, la brutalidad policial, el consumismo, la infancia, la censura y el poder de los medios. Una de sus piezas más icónicas, Girl with Balloon —una niña que suelta un globo en forma de corazón—, se ha convertido en símbolo de esperanza, pérdida e inocencia. Otro ejemplo es Flower Thrower, en el que un manifestante lanza un ramo de flores en lugar de una bomba, invirtiendo el lenguaje visual de la violencia.
Más allá de su arte, Banksy ha revolucionado la relación entre el artista, el espacio público y el mercado del arte. Su famosa acción en 2018, durante una subasta en Sotheby’s, en la que una copia de Girl with Balloon se autodestruyó parcialmente segundos después de ser vendida, fue un acto de sabotaje artístico que desafió la lógica comercial del arte contemporáneo. La obra, lejos de perder valor, se convirtió en una leyenda y fue renombrada Love is in the Bin.
Banksy también ha llevado su activismo más allá de los muros. En 2015, inauguró Dismaland, un parque temático distópico que parodiaba Disneyland y criticaba la indiferencia social, la vigilancia estatal y el espectáculo capitalista. Tres años después, abrió The Walled Off Hotel en Belén, Palestina, un hotel real ubicado frente al muro israelí de separación, con vistas “a la peor pared del mundo”. Este proyecto fue una intervención artística, social y política que llevó la atención mundial a un conflicto olvidado por muchos.
A pesar de ser un artista anónimo, Banksy se comunica a través de sus obras y sus redes sociales, confirmando su autoría y estableciendo un diálogo directo con el público. No necesita galerías ni museos: su escenario es la calle, su marco es el concreto, y su lienzo es la conciencia colectiva.
Banksy representa una nueva forma de entender el arte: libre, accesible, subversivo y profundamente humano. Es la voz de los que no tienen voz, el espejo roto de la sociedad contemporánea, y la prueba de que una imagen, colocada en el lugar correcto, puede tener más poder que mil discursos.
En una época saturada de imágenes vacías, Banksy crea imágenes con peso. Y aunque no sepamos quién es, sabemos perfectamente lo que representa. Y eso, en el fondo, es lo que lo hace eterno.