La libertad de expresión es mucho más que un derecho individual: es el cimiento sobre el cual se construyen sociedades libres, críticas y participativas. Sin ella, la democracia se debilita, el debate se empobrece y las injusticias se perpetúan en silencio. Este derecho abarca no solo la posibilidad de hablar y escribir libremente, sino también de buscar, recibir y difundir ideas e información por cualquier medio.
El Día de la Libre Expresión no es simplemente una fecha simbólica, sino una oportunidad para recordar que este derecho debe ser defendido constantemente, incluso en contextos donde aparentemente está garantizado. La censura, el hostigamiento a periodistas, la desinformación sistemática y el control de medios son formas sutiles —y a veces brutales— de vulnerar la libertad de expresión.
Los medios de comunicación desempeñan un rol clave en esta lucha. El periodismo libre e independiente actúa como contrapeso del poder, da voz a los sectores marginados y destapa realidades que muchas veces se intentan ocultar. En muchos países, sin embargo, ejercer el periodismo sigue siendo una actividad de alto riesgo. Las agresiones, amenazas y asesinatos de comunicadores son una amenaza directa a este derecho fundamental. Por eso, conmemorar este día también significa reconocer y proteger el trabajo de quienes informan, cuestionan y denuncian, a menudo enfrentándose a entornos hostiles o represivos.
Con la irrupción de las redes sociales y los medios digitales, el alcance de la libre expresión ha crecido enormemente, pero también lo han hecho los desafíos. Hoy enfrentamos fenómenos como la polarización, la censura algorítmica, la manipulación informativa y los discursos de odio. Proteger la libertad de expresión en este nuevo entorno requiere un delicado equilibrio entre garantizar el libre flujo de ideas y combatir los contenidos que incitan a la violencia o vulneran derechos fundamentales.
Además, es importante reconocer que no todas las voces tienen el mismo volumen. La brecha digital, la discriminación y la represión aún silencian a muchos, especialmente a mujeres, pueblos originarios, disidencias sexuales y comunidades rurales. Defender la libertad de expresión también implica crear las condiciones para que todas las voces puedan ser escuchadas.
El Día de la Libre Expresión nos interpela a todos: gobiernos, medios, instituciones y ciudadanos. Cada uno tiene un rol que cumplir en la defensa y ejercicio responsable de este derecho. Como sociedad, debemos cultivar la tolerancia, el pensamiento crítico y el respeto a la diversidad de opiniones. La libertad de expresión no es una licencia para el agravio o la mentira, sino una herramienta para construir verdad, justicia y convivencia.
En tiempos donde la desinformación y el autoritarismo amenazan con hacerse cotidianos, celebrar la libre expresión es también un acto de resistencia y esperanza. Porque una sociedad que se escucha y se expresa, es una sociedad que está viva. Y porque callar nunca puede ser la solución.