Hay profesiones que salvan vidas con ruido y aplausos. Y hay otras que lo hacen en silencio, con manos firmes, ojos atentos y una empatía que no descansa. Cada 12 de mayo, en honor al nacimiento de Florence Nightingale, pionera de la enfermería moderna, el mundo celebra el Día Internacional de la Enfermería. Pero más que una fecha en el calendario, esta jornada es un recordatorio: sin enfermeros y enfermeras, el sistema de salud no existiría.
Quienes ejercen esta profesión son mucho más que asistentes médicos. Son quienes acompañan en el dolor, en la recuperación y en la despedida. Son la primera cara que vemos al ingresar a un hospital y, muchas veces, la última que nos sonríe al salir. Su labor va desde lo técnico hasta lo humano: aplican tratamientos, manejan equipos, monitorean signos vitales, pero también escuchan, contienen y acompañan.
Durante la pandemia, el mundo puso los ojos en ellos con admiración. Pero esa entrega, ese compromiso y esa vocación no comenzaron en 2020. Lleva décadas manifestándose en hospitales rurales, clínicas urbanas, zonas de guerra, comunidades indígenas y hogares donde un enfermero llega como un rayo de esperanza. En muchos casos, arriesgan su propia salud, enfrentan sueldos bajos y jornadas agotadoras, pero siguen ahí, porque saben que cuidar es también una forma de amar.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 59% del personal de salud en el mundo pertenece al área de enfermería, y sin embargo, sigue siendo una de las profesiones menos valoradas y más expuestas. En muchos países, existe una preocupante escasez de personal de enfermería, lo que afecta directamente la calidad de la atención médica. En América Latina, por ejemplo, hay apenas entre 1 y 3 enfermeros por cada mil habitantes, cuando lo ideal sería al menos 8.
El tema de este año, propuesto por el Consejo Internacional de Enfermeras, es “Nuestras enfermeras. Nuestro futuro. El poder económico del cuidado”, un llamado claro a reconocer no solo el valor humano, sino también el impacto económico y social de la profesión. Porque invertir en enfermería no solo mejora la salud pública: también reduce costos, fortalece comunidades y salva millones de vidas al año.
Hoy más que nunca, el mundo necesita enfermeros bien formados, bien pagados y, sobre todo, respetados. Necesita comprender que el cuidado no es un gesto menor: es una columna vertebral del bienestar. Así que este 12 de mayo no basta con agradecer. También debemos exigir condiciones justas, reconocimiento profesional y políticas que dignifiquen su labor.
Porque cuidar es resistir. Y quienes se dedican a cuidar, todos los días, nos enseñan cómo se construye un mundo más humano.